Este libro virtual se llamó en un principio "Obras Escogidas - I", por aquello de que toda selección es una elección. También se hubiera podido llamar "15 cuentos en busca de un editor", pero no sería un título sincero ya que ni mis cuentos ni yo nos hemos abocado en algún momento a esa tarea. Al final, se llama como se llama porque así se llama. Sea como sea, aquí está mi primer libro de cuentos. Pase y lea, es gratis.

Club de Escritores

Cuando le dices a Wordsie lo maravillosamente bien que escribe, ella no te cree, te lanza una mirada socarrona y busca cambiar de tema: ¿Cómo están tus hijos? –te preguntará si es que los tienes. Si insistes con el tema de la calidad de su obra, ella se pondrá seria y a lo sumo te dirá: Escucha, no tiene importancia; nada tiene demasiada importancia y ésto tampoco, así que ya está bueno, habla de otra cosa, por favor –y tu no tendrás otra opción que hacerle caso.

Lordie, en cambio, escribe muy mal pero es tan pagada de sí misma que al principio te causa gracia y luego piedad. A ella sí le encanta hablar de su obra y –para desgracia de nosotros, sus amigos– recitarla una y otra vez a viva voz. ¡Por Dios, Lordie! ¿No te das cuenta de que escribes muy mal? –quieres decirle pero nunca te animas por no lastimarla, porque es tu amiga y la quieres. Entonces callamos y soportamos estoicamente sus declamaciones y a Lordie le brillan los ojos del orgullo.

A Bear se le importa un pepino lo que tú opines sobre su obra y vaya si te lo hace saber. Para empezar, nunca nos lee nada. Si quieres conocer lo que escribe Bear tendrás que comprar sus libros. Luego, si le preguntas por algo que no has entendido, te responderá realmente serio: Si hubiera querido explicar las cosas, habría escrito un ensayo –y tú no puedes menos que coincidir con él y entonces te sonries y te callas.

Goldie es distinto, él disfruta hablando de su obra, y lo bueno es que te hace disfrutar también a tí. Te explicará todas las dudas que tengas, al punto de continuar sus historias oralmente allá hasta donde tú lo necesites. Te contará los pormenores que precises conocer para comprender cabalmente su mundo, te hablará del clima, de las cosechas, de la infancia conflictiva de uno de sus personajes secundarios, del olor que había en la calle en la que A se encontró con B, en fin, de todo lo que sea necesario para que entiendas. Él disfruta haciendo eso y nosotros también. Por eso muchas veces le hacemos preguntas por gusto.

Franzie es lo opuesto de Goldie, al punto de que nunca muestra lo que escribe. Siempre anda para arriba y para abajo con un portafolios lleno de manuscritos ajados, pero cuando le pides que te adelante algo de su novela, indefectiblemente te responde: No es el momento, todavía no está pronta, todavía no está pronta. Y siempre te dirá lo mismo por más que insistas. Para peor, Franzie no abandona su portafolios ni para ir al baño, así que ni siquiera nos queda la opción de husmeárselo cuando él no está, porque siempre está. En un momento llegamos a dudar de que Franzie realmente estuviera escribiendo algo, pero Lordie nos ha contado que lo ha visto escribiendo desaforadamente en la mesa de un bar. Luego, cuando ella ha entrado en el establecimiento, Franzie ha guardado sus hojas apresuradamente y se ha sonrojado.

En cambio, Pride no tiene empacho en hablar de su obra, aunque es inútil porque del mismo modo en que ninguno de nosotros entiende nada de lo que escribe, tampoco le entendemos sus explicaciones. Pero además, Pride escribe de tal manera que las más de las veces nos da vergüenza pedirle explicaciones, así que callamos y nos quedamos con la sensación de que él es un gran escritor y nosotros unos ignorantes gandules. Pride es el más exitoso de todos nosotros, ya lleva publicadas tres novelas que se han vendido muy bien y está escribiendo la cuarta. Los críticos lo adoran, pero como cada cual tiene su explicación propia para esa admiración, de poco sirve leer las críticas de los libros de Pride para tratar de entender de qué cornos está hablando.

En lo que a mí respecta, en principio he optado por no decir a nadie que voy al Club de Escritores. Una vez cometí ese error y la gente dejó de hablar de sus cosas delante mío por temor a convertirse en una de mis historias. Ahora escribo en secreto y sólo muestro mis escritos en el Club; pero éste no se los mostraré no sea cosa que mis amigos escritores se enojen conmigo, porque al fin de cuentas no soy San Francisco de Asís y con alguien tengo que hablar. ¿No?